Había pasado casi un año y Francisco todavía no lo superaba: Había sido el cumpleaños de su mujer y la bebida daba vueltas por todo el salón. Él había tomado demasiado, por lo que no podía manejar. Luis, su amigo, se ofreció a llevarlos de vuelta a su casa. Resulta que Luis estaba demasiado agotado (aunque no quisiera admitirlo), por lo que se durmió en el camino y chocaron. Él y Francisco se salvaron, pero la mujer y el hijo de este último no. Horas después, ya en el hospital, le preguntaron a Francisco si quería hacer una denuncia. Dijo que no, pero no por amistad, s
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Observaba con el ceño fruncido el sobre que yacía encima de la desordenada mesa de su oficina. Era perfectamente común: rectangular, de tamaño cuartilla y de color blanco. No tenía pliegue alguno, de tal forma que invitaba a pensar que lo habían dejado personalmente en su escritorio de la comisaría. No había nada escrito en el papel inmaculado: ni remitente, ni destinatario. Pero era evidente que no estaba allí por error. Un ruido lejano anunció que el resto de policías estaban comenzando a llegar al turno. No había mucho tiempo ya para tomar una decisión. Utilizando los guan